

Sinceramente, al principio pensé que se trataba de una mera boutade. Una performance artística, que explícitamente buscaba burlarse de todos aquellos que seguimos contemplando el Urinario de Duchamp como una obra de arte fundamental en la historia del arte contemporáneo, recordaba por desgracia excesivamente a ese tipo de exabruptos reaccionarios —estilo Avelina Lesper— que cada cierto tiempo se repiten a lo largo de toda la historia del arte.
La polémica suscitada y la sorprendente repercusión de su performance, me demuestran sin embargo que se trata de una obra importante del arte contemporáneo. Y he llegado a esa convicción, porque he visto que en ella se tocan dos cuestiones límite que, al parecer, siguen movilizando todavía muchas pasiones. La primera de ellas es la relativa a los límites del arte. Ya lo he escrito el otro día y no lo voy a repetir, porque parece mentira que el Urinario de Duchamp siga siendo todavía motivo de disputas, cien años después de haber sido expuesto por primera vez. Aunque ello demuestra claramente que sigue siendo una obra vigente y pertinente, precisamente porque pone en cuestión los límites del arte. Sin lugar a dudas la performance o la instalación o como se le quiera llamar, de Boyer Tresaco, en la galería Theredoom de Madrid, se ha demostrado una intervención más correosa de lo que en principio parecía. Y ello en segundo lugar porque no toca solamente la cuestión de los límites del arte (¿qué es arte y qué no es arte?), sino también la cuestión de los límites de lo humano, en su relación con el animal. Y ha sido ésta, por lo que he visto, la cuestión más polémica y debatida. Ello no me sorprende mucho, pues parece que la disputa humanismo/animalismo es uno de los temas medulares de la cultura contemporánea. En 2013 publicamos en la editorial Arena una reflexión colectiva sobre este problema, precisamente con este título, que por suerte se sigue encontrando en las librerías. En ella estuvimos intentando reflexionar sobre cómo el aparente ocaso del humanismo coincide sorprendentemente con el nacimiento del animalismo.
MIGUEL CERECEDA



