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ANNA GIL

El Espectador a las Puertas

Probablemente lo más asombroso del proceso creativo en el arte es que nunca acaba. En un principio el artista tiene una idea que desarrolla y construye, en ella pone elementos con los que quiere dar a entender al público su tesis, pero involuntariamente el artista incluirá en su pieza elementos que desvelen su personalidad; retazos de su ser. Esta inclusión es totalmente involuntaria y, en algunos casos, no deseada. Por otra parte, junto a estos elementos voluntarios e involuntarios del artista, hay otro elemento de interpretación presente en toda pieza artística, el espectador. El espectador, cuando accede a una obra, desnuda al artista, observa la pieza y desentraña sus contenidos, no sólo los voluntarios, sino aquellos que el artista expone sin querer. Pero no se para ahí, añade su propia interpretación de la pieza, es decir, añade a la carga significativa de la pieza el significado que él mismo le da, de esta forma el mensaje de una pieza nunca deja de crecer. Como decíamos, el artista se encuentra, de alguna forma, desnudo, en una posición de vulnerabilidad frente al espectador, ya que éste ha volcado sus inquietudes, sus ideas, su forma de ver el mundo e, incluso, a sí mismo, exponiéndose a la crítica y el prejuicio, sabiendo que al final el espectador se apropiará de su creación al añadirle su propia intención, haciendo que la del artista pase a un segundo plano y tienda al olvido. Un ataque sin cuartel hasta la destrucción. Mientras que muchos textos abordan como el espectador debe comprender el arte, esta obra se centra en la perspectiva del artista en el proceso expositivo, poniéndolo a él como protagonista de la pieza, ya que a sus ojos: él es la pieza.

 

EXPOSICIÓN ACTUAL

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